Today is the 11th Sunday in Ordinary Time and you will see the priests once more wearing their green vestments and this color filling our worship space here at St. Lawrence the Martyr and in all Catholic Churches around the world.
This unique and wonderful unity of our faith, in the diversity of the multitude of cultural differences, is one of the small but visible signs of the oneness we are baptized into as beloved children of the one true God.
This weekend we begin a series of “3 Minute Catechesis” on the book, “Becoming a Eucharistic People” where we will begin to explore how the first and most important culture of any parish is that of a Eucharistic Culture, where the call to be with God in our fellow parishioners is the basic foundation. As we grow as a Eucharistic Culture we will also at our parish begin to enter into a time of intentional renewal through a recommitment to our call to be good stewards of God’s gifts.
This fall, we will establish a two-fold parish council where on arm will work on the call of Eucharistic Revival proposed by the United States Bishops and the second arm on the growth of “family and faith” in the active call to know God in and through our relationships. Choosing to be a people looking outward, we are called to serve our community as part of the One, Holy, Catholic and Apostolic Church.
St. Pope Paul VI in Evangelii Nuntiandi shares this beautiful reminder. “For this reason, side by side with the collective proclamation of the Gospel, the other form of transmission, the person-to-person one, remains valid and important. The Lord often used it (for example, with Nicodemus, Zacchaeus, the Samaritan woman, Simon the Pharisee), and so did the apostles. In the long run, is there any other way of handing on the Gospel than by transmitting to another person one's personal experience of faith? It must not happen that the pressing need to proclaim the Good News to the multitudes should cause us to forget this form of proclamation whereby an individual's personal conscience is reached and touched by an entirely unique word that he receives from someone else.” (#46)
God bless,
Fr. Mark
Hoy es el undécimo domingo del Tiempo Ordinario y verán a los sacerdotes una vez más usando sus vestiduras verdes y llenando de este color, todo nuestro espacio de adoración aquí en San Lorenzo Mártir y en todas las Iglesias Católicas alrededor del mundo.
Esta unidad única y maravillosa de nuestra fe, en la diversidad de la multitud de diferencias culturales, es uno de los signos pequeños pero visibles de la unidad en la que somos bautizados como hijos amados del único Dios verdadero.
Este fin de semana comenzamos una serie de "Catequesis de 3 Minutos" sobre el libro "Convertirse en personas Eucarísticas" donde comenzaremos a explorar cómo la primera y más importante cultura de cualquier parroquia es la de una Cultura Eucarística, donde el llamado a estar con Dios en nuestros compañeros feligreses es el fundamento básico. En la medida en que vayamos creciendo como Cultura Eucarística, también comenzaremos en nuestra parroquia a entrar en un tiempo de renovación intencional a través de un nuevo compromiso con nuestro llamado a ser buenos administradores de los dones de Dios.
Este otoño estableceremos un Consejo Parroquial doble, donde, por un lado, se trabajará sobre el llamado al Renacimiento Eucarístico propuesto por los obispos de los Estados Unidos y el segundo brazo trabajará sobre el crecimiento de "familia y fe" en el llamado activo a conocer a Dios en y a través de nuestras relaciones. Eligiendo ser un pueblo que mira hacia los demás. Estamos llamados a servir a nuestra comunidad como parte de la Iglesia que es Una, Santa, católica y Apostólica.
El Papa San Paulo VI en el Evangelii Nuntiandi nos comparte este hermoso recordatorio: “Por estos motivos, además de la proclamación que podríamos llamar colectiva del Evangelio, conserva toda su validez e importancia esa otra transmisión de persona a persona. El Señor la ha practicado frecuentemente —como lo prueban, por ejemplo, las conversaciones con Nicodemo, Zaqueo, la Samaritana, Simón el fariseo— y lo mismo han hecho los Apóstoles. En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe? La urgencia de comunicar la Buena Nueva a las masas de hombres no debería hacer olvidar esa forma de anunciar mediante la cual se llega a la conciencia personal del hombre y se deja en ella el influjo de una palabra verdaderamente extraordinaria que recibe de otro hombre. (#46)
¡Dios los bendiga!
Padre Mark